octubre 30, 2013


La otra cara de la moneda: ¿Qué opinan los traductores?

Jorge Fondebrider
Luego de ver la opinión desde el punto de vista Editorial, les traigo una entrevista realizada a un traductor, poeta, ensayista y periodista argentino que, además, preside el Club de Traductores Literarios de Buenos AiresJorge Fondebrider.

1. ¿Cómo definiría el mercado de las traducciones literarias en la actualidad?
El mundo editorial argentino tiene por objeto un mercado muy reducido por lo que las traducciones representan una parte ínfima de lo que aquí se publica. No se trata sólo de una cuestión de falta de interés, sino más bien de la imposibilidad de comprar derechos internacionales a precios que resulten ventajosos, sobre todo cuando las editoriales locales deben enfrentarse con las editoriales españolas. Los costos, a los que se deben sumar también los de traducción, no justifican en la mayoría de los casos la publicación.

2. ¿Considera que la industria editorial argentina tiene como prioridad el propiciar la elaboración de contratos de traducción? ¿En qué fundamenta su respuesta?
Los editores argentinos, en su gran mayoría, ignoran las leyes vigentes que, hay que decirlo, datan de la década de 1930. Una gran mayoría de los editores –incluidos muchos que enseñan en la carrera de Edición de la U.B.A.– no firman contrato alguno o lo hacen con cláusulas espurias que ningún traductor avisado firmaría. 

3. ¿Argentina tiene un rol activo en las traducciones literarias? ¿De qué modo lo describiría en relación con el mercado español?
Argentina es un país con una gran tradición de traductores. De hecho, muchos trabajan para el mercado español, cobrando menos que los traductores españoles o debiendo tolerar que el corrector de estilo que va a "españolizar" la traducción argentina gane más que ellos.

4. ¿Cuáles cree que son las ventajas con que cuenta el traductor literario argentino en comparación con otros profesionales de su campo? ¿Y las desventajas?
El traductor literario argentino no cuenta con ninguna ventaja. Todas son desventajas. Se trata de un trabajo más ligado a la vocación que al dinero que se puede ganar y los editores lo saben y se aprovechan.

5. ¿Cree que la actual situación de la traducción literaria en nuestro país se origina en dificultades económicas? ¿Agregaría cuestiones políticas, sociales y/o culturales? ¿Cuáles?
Una cosa son las dificultades económicas que puedan existir en determinada coyuntura y otra el total desprecio que la mayoría de los editores –incluidos muchos que dan clase en la carrera de Edición de la U.B.A.– sienten por los traductores. Dicho de otro modo, al traductor se lo considera menos que al vendedor de papel, al imprentero o al encuadernador ya que estos jamás transigen en disminuir su ganancia. El traductor como el corrector son meras variantes de ajuste.

6. ¿Cuál/es puede/n ser en su opinión la/s medida/s que mejorarían el campo laboral del traductor literario en la Argentina?
En primer lugar, lograr que los editores se capaciten para entender de una vez por todas que no basta saber un idioma X para ser traductor, que el traductor es, finalmente, quien le aporta algún valor agregado a un texto determinado y que sus alianzas estratégicas tienen que pasar por la asociación entre unos y otros. Asimismo, deben ser conscientes que el libro en otro idioma no existe para ellos hasta que está traducido, por lo que conviene que la traducción sea buena, para lo cual, claro, hay que pagar una cifra acorde con la dimensión del trabajo y no lo mismo que se le paga al personal de limpieza.

7. La UNESCO tiene un plan para propiciar el reconocimiento internacional de autores latinoamericanos y desde el Ministerio de Desarrollo Social se promueve algo similar a través del Programa Sur. ¿Considera que se hace más hincapié en la exportación de obras argentinas a otras lenguas que en la importación de textos para ser traducidos en el país? ¿A qué atribuye esta diferencia?
Todos los países serios tienen un programa de estímulo a la traducción de sus autores a otras lenguas. En este sentido, el Programa Sur se inscribe en ese marco. El único problema que tiene es que no hay traductores en la comisión evaluadora que juzga las propuestas de traducción. Y eso es un problema mayor que fomenta todo tipo de desprolijidades. En una época, el Fondo Nacional de las Artes destinaba fondos para traducciones de clásicos a la lengua castellana. Era una instancia de la mayor importancia que cesó por completo. Las obras que traducen las editoriales comerciales están sujetas a las leyes del mercado y no hay razón para que el gobierno nacional fomente su publicación. Es una determinación del todo privada. Y así debe ser en el mundo entero.

8. ¿Cuál cree que es el grado de reconocimiento a la labor del traductor literario? ¿Considera que sus derechos son respetados?
La pregunta ya fue respondida más arriba. Los derechos de los traductores son continuamente avasallados por los malos editores. Algunos prestigiosos editores, por ejemplo, se han puesto de acuerdo para mantener las tarifas bajas, burlándose de ese modo de los traductores. Sus libros son traducidos por novatos que aceptan cualquier cosa con tal de empezar a trabajar. A esos editores les da lo mismo, aunque después se llenen la boca apelando a la excelencia que dicen querer para sus textos. El problema no está sólo ahí. Los periodistas, por caso, sin conocer los originales, sólo hablan de las traducciones cuando éstas son muy malas. Pero se comenta el estilo de un autor extranjero como si hubiera escrito originalmente en castellano, haciendo caso omiso de que el castellano en cuestión es el del traductor.

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