Jorge Fondebrider |
Luego de ver la opinión desde el punto de vista Editorial, les traigo una entrevista realizada a un traductor, poeta, ensayista y periodista argentino que, además, preside el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires: Jorge Fondebrider.
1. ¿Cómo
definiría el mercado de las traducciones literarias en la actualidad?
El mundo editorial argentino tiene por
objeto un mercado muy reducido por lo que las traducciones representan una
parte ínfima de lo que aquí se publica. No se trata sólo de una cuestión de
falta de interés, sino más bien de la imposibilidad de comprar derechos
internacionales a precios que resulten ventajosos, sobre todo cuando las
editoriales locales deben enfrentarse con las editoriales españolas. Los
costos, a los que se deben sumar también los de traducción, no justifican en la
mayoría de los casos la publicación.
2. ¿Considera
que la industria editorial argentina tiene como prioridad el propiciar la
elaboración de contratos de traducción? ¿En qué fundamenta su respuesta?
Los editores argentinos, en su gran mayoría,
ignoran las leyes vigentes que, hay que decirlo, datan de la década de 1930.
Una gran mayoría de los editores –incluidos muchos que enseñan en la
carrera de Edición de la U.B.A.– no firman contrato alguno o lo hacen con
cláusulas espurias que ningún traductor avisado firmaría.
3. ¿Argentina
tiene un rol activo en las traducciones literarias? ¿De qué modo lo describiría
en relación con el mercado español?
Argentina es un país con una gran tradición
de traductores. De hecho, muchos trabajan para el mercado español, cobrando
menos que los traductores españoles o debiendo tolerar que el corrector de
estilo que va a "españolizar" la traducción argentina gane más que
ellos.
4. ¿Cuáles
cree que son las ventajas con que cuenta el traductor literario argentino en
comparación con otros profesionales de su campo? ¿Y las desventajas?
El traductor literario argentino no cuenta
con ninguna ventaja. Todas son desventajas. Se trata de un trabajo más ligado a
la vocación que al dinero que se puede ganar y los editores lo saben y se
aprovechan.
5. ¿Cree
que la actual situación de la traducción literaria en nuestro país se origina
en dificultades económicas? ¿Agregaría cuestiones políticas, sociales y/o
culturales? ¿Cuáles?
Una cosa son las dificultades económicas que
puedan existir en determinada coyuntura y otra el total desprecio que la
mayoría de los editores –incluidos muchos que dan clase en la carrera de
Edición de la U.B.A.– sienten por los traductores. Dicho de otro modo, al
traductor se lo considera menos que al vendedor de papel, al imprentero o al
encuadernador ya que estos jamás transigen en disminuir su ganancia. El
traductor como el corrector son meras variantes de ajuste.
6. ¿Cuál/es
puede/n ser en su opinión la/s medida/s que mejorarían el campo laboral del
traductor literario en la Argentina?
En primer lugar, lograr que los editores se
capaciten para entender de una vez por todas que no basta saber un idioma X
para ser traductor, que el traductor es, finalmente, quien le aporta algún
valor agregado a un texto determinado y que sus alianzas estratégicas tienen
que pasar por la asociación entre unos y otros. Asimismo, deben ser conscientes
que el libro en otro idioma no existe para ellos hasta que está traducido, por
lo que conviene que la traducción sea buena, para lo cual, claro, hay que pagar
una cifra acorde con la dimensión del trabajo y no lo mismo que se le paga al
personal de limpieza.
7. La
UNESCO tiene un plan para propiciar el reconocimiento internacional de autores
latinoamericanos y desde el Ministerio de Desarrollo Social se promueve algo
similar a través del Programa Sur. ¿Considera que se hace más hincapié en la
exportación de obras argentinas a otras lenguas que en la importación de textos
para ser traducidos en el país? ¿A qué atribuye esta diferencia?
Todos los países serios tienen un programa de
estímulo a la traducción de sus autores a otras lenguas. En este sentido, el
Programa Sur se inscribe en ese marco. El único problema que tiene es que no
hay traductores en la comisión evaluadora que juzga las propuestas de
traducción. Y eso es un problema mayor que fomenta todo tipo de
desprolijidades. En una época, el Fondo Nacional de las Artes
destinaba fondos para traducciones de clásicos a la lengua castellana. Era una
instancia de la mayor importancia que cesó por completo. Las obras que traducen las editoriales
comerciales están sujetas a las leyes del mercado y no hay razón para que el
gobierno nacional fomente su publicación. Es una determinación del todo
privada. Y así debe ser en el mundo entero.
8. ¿Cuál
cree que es el grado de reconocimiento a la labor del traductor literario?
¿Considera que sus derechos son respetados?
La pregunta ya fue respondida más arriba. Los
derechos de los traductores son continuamente avasallados por los malos
editores. Algunos prestigiosos editores, por ejemplo, se han puesto de acuerdo
para mantener las tarifas bajas, burlándose de ese modo de los traductores. Sus
libros son traducidos por novatos que aceptan cualquier cosa con tal de empezar
a trabajar. A esos editores les da lo mismo, aunque después se llenen la boca
apelando a la excelencia que dicen querer para sus textos. El problema no está sólo ahí. Los
periodistas, por caso, sin conocer los originales, sólo hablan de las
traducciones cuando éstas son muy malas. Pero se comenta el estilo de un autor
extranjero como si hubiera escrito originalmente en castellano, haciendo caso
omiso de que el castellano en cuestión es el del traductor.
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